sábado, 20 de febrero de 2010

El calzon azul

Lisboa Barrio Alto Primeros días de Setiembre


Hoy volví al hotel, el primero que pago desde que ando por Europa y el calzón azul no estaba.
De por cierto nadie había entrado a mi cuarto ni esta perdido por entre medio del despiole. Todo indica que se arrojo en caída libre desde el primer piso donde lo deje secando al sol. Puede haber sido el viento, movimientos sísmicos o un acto voluntarioso y suicida con el fin de acabar con su vapuleada existencia.
Tengo la duda ética y moral si debo buscarlo o no. Tuvimos una corta pero intensa relación. Vino a reemplazar el azul con agujeros que sobrevivió por mas de dos años de uso indiscriminado. Este otro, fue mi auto regalo de cumpleaños. A decir verdad había sido el regalo de cumpleaños Tuto y el enano con plata mía. No era capaz de elegir una malla y un calzón y les pedí que la compren por mi.
Me toco volver a la tienda a cambiar las cosas porque eran verdaderamente horripilantes. Sobre todo la malla, de un color verde militar y de un largo que denotaba mis piernas blancas de la raya fronteriza para arriba.
Y esa tarde fue que nos conocimos. De ahí más no mantuvimos unidos, juntos pero no pegados. Nos tomábamos un respiro día por medio o un `par de veces a la semana.
Estando ya en Palomino, una tarde de domingo me aventure camino arriba de la sierra. No llegaría muy lejos. Hasta Pozo Caimán, un lugar apropiado para tirarse en boya y descender el río panza para arriba disfrutando de los pájaros, el verde y el sol ardiente.
Estaba a punto de largarme cuando tuve la idea de sacarme el calzón y la remera para no mojarlos en el descenso. Hete aquí el primer inconveniente. Subido a la boya percibí que mis movimientos eran reducidos y difícilmente podría escapar de un remolino que inauguraba el camino. En ese desespero solté el calzón , cayo al agua y vaya a saber donde fue a parar.
Tuve que remontar el rio y lanzarme de nuevo desde la otra orilla para evadir el remolino, cosa que nuevamente no logre y esta vez perdí la remera. Ahora estaba en malla feliz y contenta: menos ropas y menos preocupaciones.

El tiempo pasó. MI estadía por Palomino se extendió. Llego otra tarde en que subí nuevamente a pozo caimán, esta vez muy bien a compañado. Tuvimos el mismo problema en el remolino. Y como era de esperar en esta oportunidad perdí unas cotizas y un pantalón, en la misma situación. A decir verdad no fui yo quien arroje los objetos en un ataque de pánico, pero no merece la pena levantar acusaciones.
Bajamos por partes juntos, otras intentando alcanzarnos o andar de la mano. Algunos rapidos nos estrolaron contra ramas o árboles. A mitad de camino Avistamos una playita y no dimos lo que en principio fue un descanso, que luego se convirtió en sorpresa y por ultimo en un trance orgásmico.
Pero vamos por partes, decía jack. La sorpresa sobrevino al divisar entre unas ramas una prenda azul, que desvío poderosamente mi atención. Repetí el acto con otra mirada incisiva, fruncí el ceño, negué con la cabeza sin creer que algo así fuera posible. Me acerque al objeto en cuestión y comprobé entre asombro y alegría que era mi calzón azul. Ya no tan azul de por cierto, ni tan parecido a un calzón. Había sobrevivido a dos meses de naufragio en el rio Palomino, encallado en una playa perdida y puesto a salvo por alguien desconocido a un hora río abajo. A no ser que tenga patas y sea capaz de luchar contra la inercia del fluir de un rio. O posiblemente una vez en tierra firme se hubiera arrastrado hasta un sitio seguro y calido donde secarse.
Llevaba tantos días de sol continuo y tierra acumulada que me costo varias lavadas ponerlo a punto. Lo cierto es que unos días después reestrenaba nuevamente el calzón azul.
El me acompañaba desde entonces. Se había dado el lujo de cruzar el océano de acumular tanto caminar aquí en Europa.
Hoy se suicido. Se tiro de un balcón en Lisboa. No sabemos si tendrá sepultura o andará perdido por el barrio buscando lo imposible: que alguien lo adopte.

No hay comentarios: